Presentado por el aspirante a idiota Dani Herrera
Académicos estultos míos,
¿?
—Yo no sé quién soy
—Ni yo
Introducción
Llevo toda la vida arrastrándome por el mundo con cara de imbécil y ha llegado ahora el momento de deshacer el malentendido mortífero que me ha llevado a sufrir una inadaptación que creía que sería crónica hasta el momento en que me han dado a conocer esta Academia a la que me acerco con la misma ilusión paranoica, casi psicótica, con que me he acercado a la familia, al trabajo, al matrimonio, a la poesía, al fútbol, a Disney, a los centros comerciales, a los congresos, a la literatura, a los bares, a las mujeres, a los hombres, a las playas, a los cámpings, a las sectas, a los auditorios, a las drogas, a los perros, a los sillones, a la política, a los baños del avión, al universo, a los open-mics, a los talleres de sexo tántrico, a los centros culturales, a las vacunas, a las orgías, al ateísmo, a los parques, a las editoriales, a los paseos, a los cines yo-solo, a los viajes yo-solo, a los conciertos, a las cárceles, a los kioskos, a la alegría, a los sex-shops, a los mercados, a la cama, al exilio, a los templos… y a un etcétera largo como un tren de mercancías vertebral de lugares concretos y abstractos a los que me he acercado con la misma ilusión con que me acerco ahora a su Academia: pensando, en definitiva, que no seré el único imbécil.
Advertencia
Tendrán en consideración que soy el típico que llega, ve y se tuerce. Me daré una oportunidad porque mi estulticia, así la veo yo, es inagotable, es invencible. Puede ser derrotada mil millones de veces y siempre siempre siempre resurge. Una mujer capitalista de noventa años y gran sabiduría me dijo una vez desde su flequillo rubio al otro lado de una mesa larga como las siestas, con una cara que emitía big-bangs de repugnancia: tú eres… eres… ¡un romántico! Y yo no sé qué es eso, pero puede que tenga que ver con el colibrí de la madrugada en el que habita la eternidad y que, por lo tanto, tras visitarlo, tras ser él y serlo todo delante de mis propios ojos y fatalmente retornado aquí… ¿qué os voy a decir? Escribo desde el rencor, en el fondo. He sido despojado ¡tantas veces! de mi madre el universo… Estábamos en el piso 7 de un ataúd erguido.
El malentendido eterno
He sido tomado a broma por los que pensaron con amor de pocas gamas (y de pocas ganas en el fondo, de pocos gamos de flores) que adorarme era interpretar mi estulticia como una genial pose irónica aplaudiendo lo que para mí es respirar, despegar mocos, disimular pedos, es decir: lo que para mí es mi SER y mi vivir idiota de pies mojados y de camisa sin remeter PERO QUERIÉNDOLA TENER REMETIDA en la línea del horizonte.
Me acostumbré a asumir el engaño, que es como vivir de la muerte. Se me suele ver como un genio aunque no paro nunca de decir y de hacer paridas que son mi verdadera verdad cierta y exacta. Esa es mi tragedia: decidí asumir el papel que se me asignaba y se me ha aplaudido como a un artista que en realidad es un mono de circo, como a un domador cuya bestia —jamás alcanzada por el látigo— era él mismo.
De modo que podrán ustedes comprender que, al enterarme de la existencia de una academia expresamente dedicada a mi especialidad íntima, esa especie de glándulas que alberga bajo muchas capas de idiotez dorada mi cuerpo maltratado, esas glándulas que son como higos con pelitos microscópicos y podridos que llevaban años secos como el ombligo del algarrobo, han empezado a desperezarse en eyaculaciones hormonales inéditas (no) levantando en mi rostro unos pliegues de gloriosa sonrisa estúpida, una sonrisa improbable que ustedes, maravillosos académicos, han hecho posible.
Conclusión
Quizá llegue, vea y me tuerza, pero, como dije, amigos míos, ¡mi idiotez es invencible! Perseveraré como ese cruce que soy entre Sísifo y lemming: llegaré al mar para darme la vuelta mientras otros se tiran, dispuesto, siempre, como un soldado del halma, a fracasar de nuevo, a fracasar mejor, a fracasar —amigos míos— eternamente.
Dejo en sus manos la estúpida decisión de admitirme.
C.V (Caca de Vaca)
Dani Herrera.
- Alladémico radicado en una jardinera del planeta de Buster Keaton.
- Expoeta expatriado y cuentista, es decir, impostor profesional en casi todos los ámbitos públicos.
- Íntimo adorador de todas las personas desde las entrañas del vino y de la luz.
- Recolector de microplásticos en las orillas del Océano Bélico, padece el síndrome de una inocencia encendida en un crisol de armaduras y un asombro intacto de flores y de copas de árboles y de raíces de árboles y de colibríes y de abejas.
- Su menor peculiaridad es ser un lunático aspirante a publicar sus cuentos.
- No soporta a Ayuso, a los Borbones, a los españoles condescendientes (perdón por la redundancia), a los hombres que se reafirman como tales en el miedo a los orines o a los llantos, a ese imbécil que tiró un papel por la ventanilla de su Mercedes y la idea de que un día termine por vencerle la incapacidad de la sorpresa.
Lo que mejor sabe hacer es:
- lamentarse con gracia, un arte que aún no se comprende
- elegir personas
y
- postularse a la Academia con pasión
Lo que peor hace es:
- Robar
- Mentir
- Beber
- Quedar bien
- Enfadarse
- Estar seguro
- Soportar que le ignoren
- No beber
- Mentir
y
- Publicar sus libros
Razón: Una vez al mes pernocta en tu frigorífico.