PRESENTACIÓN SOMERA DE LA

ACADEMIA ESTÚPIDA DE LAS ARTES Y LAS LETRAS

Historia y deflagración de la Academia

La Academia, como su propio nombre nos indica, nació sola, desnuda e idiota. Esto que puede ser visto como un problema debe contemplarse como una oportunidad. Una gran oportunidad que el azahar, es decir la flor del naranjo, nos ofrece a este reducido y seleccionado grupo de idiotas que hoy nos reunimos aquí.

La Academia no tiene historia porque es pobre, y un pobre no puede permitirse el lujo de tener una Academia, sin embargo, y aunque parezca mentira, tampoco tiene deflagración, porque las deflagraciones son inherentes a la historia, como es bien sabido en los círculos allegados al patetismo artístico.

Como dijo el poeta “si no me volviera idiota al menos una vez al día, acabaría por volverme idiota”.

Partiendo de este preclaro pensamiento, queremos construir una serie de mecanismos que desenmascaren el arte sensato, el arte con títulos de propiedad, el arte de procedimiento, el arte sociable, el arte con recorrido, el arte finalista y el arte artístico; lo que pretendemos es crear un espacio que albergue los despojos de las creaciones, los granos de la cordura, los límites de la estulticia y las nalgas de la prudencia.

Sabemos decir “disiento” y no nos avergonzamos por ello. Hay palabras que huelen como los perros en celo, y se van con el primero que pasa. Nos interesa la inteligencia del topo escandinavo, la locuacidad del martillo pilón, la elegancia de la pipa de cortisona, la agilidad de la bicicleta hospitalaria y la belleza de un riñón como pisapapeles.

Por todo ello, o quizás por ello, nuestros objetivos son execrables, reprobables e innombrables. Por tanto, los guardamos en una bolsa de caramelos y los trituramos para alimentar el arte idiota.

Y una vez crecidito, cuando ya sepa andar a saltos, podremos sacarlo a pasear entre la ciudadanía y mostrarlo con orgullo de padre y madre y con la vanidad que produce lo bien hecho.

Así pues, os invitamos a ejercer como artistas-idiotas y dejar bien alto el pabellón de la Academia, la cual destruiremos sin consideración ni misericordia, tan pronto finalice esta jornada de reflexión que, evidentemente, no servirá de nada como era su propósito.

Principios por los que se rige la Academia Estúpida de las Artes y las Letras, o no.

POR UN ARTE ESTULTO E INÚTIL

manifiesto

(Agosto de 1982)

Ha llegado el tiempo en que la palabra

ha dejado de ser exclusivamente instrumento de poetas,

al igual que la música de músicos,

que la pintura de pintores …

hagamos el arte todos!

La creatividad, la imaginación,

ha dejado de ser patrimonio de una élite;

por fin han bajado a los suburbios.

Invadamos, sin complejos, todos los campos del arte!

El arte útil es, indefectiblemente, inútil

El arte inútil es, irremediablemente, útil

PRINCIPIOS

Empecemos por decir que el hecho de confeccionar un manifiesto nos parece una pedantería tan grande como la copa de un pino (siempre que, naturalmente, las copas de los pinos tengan la honesta y la lógica posibilidad de ser pedantes). Sin embargo, si no lo hiciéramos paralizaríamos un impulso natural, lo que, obviamente (tal como se verá después), está muy lejos de nuestras intenciones. Ahora bien, también es verdad que deseamos, desde un primer momento, mostrar nuestro completo desacuerdo con todo lo que diremos. Las razones de esta contradicción quedarán explicadas a través de este manifiesto.

El estultismo/inutilismo, como su nombre nos indica, no debe ser tomado como una forma de vida, como una nueva filosofía o, sencillamente, como un estado de gracia o de desgracia, o, incluso, como un estado sin estar. Por no pretender, ni siquiera pretende pretender, o lo que es lo mismo: nos importa un bledo todo lo que estamos escribiendo en este instante. La comprensión está fuera de órbita en nuestro mundo, del mismo modo que nos cagamos en el porqué persistente y obstinado de las cosas, o las causas y sus respectivas circunstancias y sus ineludibles efectos. Si hubiera alguien capaz de definir el estultismo/inutilismo conseguiría, como mucho, trasladar inmediatamente el concepto puro del estultismo/inutilismo al margen opuesto de lo acabado de explicar; y así sucesivamente, es decir, damos fe de la imposibilidad, con los medios actuales de expresión, de interpretar o demostrar lo que es el estultismo/inutilismo.

Y como la idiotez es nuestro paradigma, y para contradecir todo aquello que acabamos de exponer, vamos a explicar, punto por punto, qué es el estultismo/inutilismo.

En su primera y única concepción es personalista e individualista de manera firme y sólida, tal como es toda nuestra producción (que a la vez, e inexplicablemente, es débil, soluble e inútil como un garabato de humo). Veneramos la individualidad hasta puntos extremos (otro contrasentido pues estamos hablando continuamente en primera persona del plural, lo que se pega de narices con la afirmación anterior). Atacar cualquier actitud original (por supuesto, excluida de cualquier evaluación exógena) sería atacarnos a nosotros mismos. Sin embargo nos incorporaríamos, sin pensarlo dos veces, a un movimiento agitador que cargara contra todos los tótems apuestos y firmes que son guía actualmente de los borregos artistas que les bailan las gracias y firman sus obras con una sonrisa sumisa en la boca.

Construir y destruir, en el fondo, es todo una misma cosa, al final siempre es una construcción. No pretendemos olvidar (o también), sino permitir y encontrar nuevos caminos que nos lleven a ninguna parte (primera estupidez justa y honesta). Que cada uno elija el que crea más adecuado (esto es otra falacia, de entre las muchas que encontrarán en este discurso o texto). Aceptamos humildemente la necesidad de unas bases vulgares y anacrónicas, a partir de las cuales llegar a lugares insospechados y alucinantes; lo que puede llevar implícito la elevación de esas bases originarias a estratos verdaderamente especiales y sorprendentes (lo que puede parecer contradictorio… pero es que somos así de cretinos y contradictorios).

Sorprendentemente, y todo lo contrario que pudiera parecer, nuestro manifiesto propugna una revolución meramente teórica, es decir, de la idea, o lo que es lo mismo, el verdadero arte es el que sólo se piensa, si lo transformamos en algo tangible, y/o comprensible, y/o perceptible, y/o medible, y/o evaluable, deja inmediatamente de ser arte. Sin embargo, cuestionamos la satisfacción total si no va complementada con el hecho o la resolución, a saber, la transformación del pensamiento en una realidad reconocible (otra contradicción que asumimos, dado que nuestra tontería nos defiende de la sabiduría y la ponderación que separa las dos existencias, la que es y la que tiene posibilidad de ser). Este planteamiento antinómico presenta una cuestión irresoluble pero, al mismo tiempo, constructiva y facilitadora de ser real para el objetivo que buscamos, el cual, evidentemente, aunque existiera nunca tendríamos fuerzas para lograrlo, y si por una de aquellas pudiéramos llegar, nos daríamos cuenta que una vez ante él no seríamos capaces de interpretarlo tal como había sido concebido.

Digamos que todo tiene innumerables perspectivas, desde el objeto hasta el caso, la grafía, el gesto, el trazo, el sonido, la apariencia, el talante o, incluso, la intención, y si a todo esto le añadimos las limitaciones normales de comprensión del individuo, nos encontraremos con la imposibilidad de objetivar lo que se recibe. Las relaciones objeto-entorno-sujeto pueden ser totalmente distintas, incluso contrarias, a las de sujeto-entorno-objeto, u otras combinaciones posibles. Separando el objeto o el caso de todas sus circunstancias —del mismo modo que hay que intentar alejar el sujeto del mensaje que trata de interpretar— quizás encuentren un punto en el camino en el que puedan fundirse y, por tanto, comprenderse de una manera absoluta. Es imperativo para el autor aislarse de su exterior, no debe coordinar sus ideas con las reglas que le han impuesto y que encuentra a su alcance, sí o sí, quiera o no, a su alrededor y en todo momento.

Cualquier expresión artística mediante el estultismo/inutilismo nos llevará a conocer rincones inéditos, sorprendentes y sinceros (abismalmente sinceros) del autor. Destacamos la imposibilidad de mentir, dado que el estultismo/inutilisme adopta desde un principio la espontaneidad del ignorante y la inocencia total del bobo, y en la inocencia, como es natural, no cabe la mentira porque no hay «preconcepción «(otra entelequia que usamos como argumento).

Pensamos que estamos muy cerca de muchos movimientos de vanguardia, y tememos, que por eso mismo, las críticas, como mínimo, nos lancen acusaciones contrarias, precisamente, a nuestro espíritu iniciático. Puede que algunas de las bases de donde partimos (aunque precisamente intentamos huir de esta premisa) se nutran de estos movimientos, pero, sin embargo, existen ciertos matices, como explicaremos más adelante, que nos diferencian de ellos. Es más, tan pronto acabemos este manifiesto, toda nuestra esencia estará ya en contra de su contenido. Y a pesar de todo ello, cuando alguien piensa se abstrae totalmente de la época en que vive (o, al menos, debería ser así) y rechaza y maldice si su pensamiento ha vivido con anterioridad en otra mente. No tenemos la culpa de que esto haya pasado de esta manera, y en ese caso, no creemos que tengamos que morder, masticar y tragar la idea hasta hacerla desaparecer en el estómago del olvido.

La razón es la norma o la ley que rige los movimientos del cerebro. Cuando conseguimos pensar sin la fiscalización de la razón, cuando se rompe salvajemente el corsé que la constriñe, la limitación de pensamiento no existe. Esto es el estultismo/inutilismo, es decir, el intelecto en movimiento sin ajustarse a unas normas. Este proceso es totalmente VOLUNTARIO, lo que le diferencia notablemente del sueño, de la locura y de la inconsciencia, que son, evidentemente, INVOLUNTARIOS, y que tal vez, quizás, son aceptados como medios para otros movimientos artísticos.

Intentamos claramente fugarnos de la realidad, pero no de una realidad absoluta (ya que ésta no existe), sino de la realidad que nos han impuesto, de una realidad constreñida por el miedo y por la inseguridad que nos da lo desconocido. Nos introducen en un camino árido, monótono, incoloro, recto (desprovisto de las sinuosidades que hacen vivir) y de una sola dirección. A los lados nos colocan profundos acantilados donde van lanzando los (según ellos) inadaptados, los marginados, etc. Pero curiosamente, si alguno de estos personajes consigue llegar a un estrato singularmente alto (por culpa de un rebote insospechado e incontrolable), no sólo llegan a ser aceptados, sino que, hipócritamente, son admirados, envidiados y colocados como precursores y líderes de la «troupe» artística rutinaria.

El estultismo/inutilismo es una especie de imbecilidad pasajera, provocada, y, en cierto modo, controlada, ya que el sujeto tiene la posibilidad de volver a la situación de sensato, para entonces dar forma, mediante el canal que sea, a lo que ha vivido, a lo que ha respirado, en sus incursiones mentales.

Somos conscientes de que el único que puede ser honesto en este mundo, es el cretino. Por lo tanto, todo lo que podamos acercarnos a ese estado, con posibilidad de retorno, será un éxito.

Los diversos sentidos (cada uno por su lado, sin hacer grupo) hacen que asimilemos erróneamente todo lo que nos rodea. Sólo teniendo contacto, y al mismo tiempo, con el Todo existente, seríamos capaces de analizar objetivamente la situación. Es decir, cualquier intento de comprensión con la mecánica actual que poseemos, es, por lo pronto, un completo fracaso. Por lo tanto no queremos perder energías «explicando», dado que, en todo caso, las conclusiones no serían correctas. La mente pierde una energía y un tiempo inmenso en ordenar las palabras para que sean inteligibles. Deje que las palabras (los pensamientos) se acercan entre sí, que fluyan tal como ellos nacen; deje que sean ordenados por los receptores y no por los emisores. ¿Por qué la obra salida de un artista debe tener, necesariamente, un mensaje conceptual, social, moral o estético? El artista que lo intenta, siempre, siempre, fracasa; en primer lugar porque si es comprendido no es arte inútil (virgen e improductivo), y en segundo lugar porque el receptor (caso de que creyera que lo ha comprendido) nunca va a interpretar el mensaje como el artista lo concibió, al menos en su totalidad.

El estultismo/inutilismo es lo que se produce mediante incontinencias mentales. Significa la liberación del sentimiento de culpabilidad (antes del hecho, es decir, juicio de la idea previo a su nacimiento -prejuicio-) que congénitamente sufrimos, tenemos que volver a nuestro origen, para empezar de nuevo desde allí el camino sin metas, trayectorias ni fronteras. ¿Y si empezamos por el final en vez de por el principio?

En el cuarto sin límites del estultismo/inutilismo, accidentalmente y esporádicamente, se entreabre, apenas, una puerta, y por ella se adentran pequeños trozos de realidad (subjetiva). Esto sucede porque los contrarios chocan y demuestran, mediante esta acción, la existencia de ambos, ya que tanto el uno como el otro necesitan su oponente para subsistir.

Por otro lado, puede que el estultismo/inutilismo, partiendo de que no acepta ninguna norma preconcebida y trata de partir de cero para llegar a cero, sea un modo de racionalismo exasperado, profundo, hasta su última consecuencia, dado que reconoce y asume su incapacidad para comprender. Es decir, que por mucho que corra, por mucho que se explique, por mucho que se esfuerce, siempre estará en el mismo lugar baldío.

Lo fantástico sólo puede ser una vez, inmediatamente «es» (sólo frotar su presente) y pierde toda su magnitud y prodigio.

El estultismo/inutilismo, por tanto, no persigue nada previamente proyectado, no tiene fin pero utiliza los caminos, los medios. En lugar de meditar y decidir un final, para entonces buscar los trayectos que le llevan a su destino, se lanza, ciego, sordo y mudo (convencionalmente hablando) a recorrer esos senderos insólitos y extravagantes que más tarde, tal vez nunca, lo llevarán a lugares insospechados. Las metas, los fines son frustrantes. Por eso nos reafirmamos en la búsqueda inútil con la convicción (satisfactoria) de que nunca encontraremos nada.

Hemos reforzado la idea de que la memez conseguida a base de entrenamiento es un estado idóneo para la creación artística, sin olvidar las manifestaciones del azar que también son bienvenidas en el estado creativo. Por otra parte queremos dejar bien claro que cualquier obra artística (plástica, volumétrica, sonora, gestual, escrita, imaginaria, efímera, etcétera) debe huir de ser tratada como una pieza de ganadería, como algo comerciable, la obra debe estar fuera de los circuitos crematísticos que tan mal han hecho al arte. Hay que expulsar a las mafias que controlan el arte en todo el mundo, y que imponen sus criterios por encima de la opinión del autor. No caigamos en esa trampa. Hagamos arte, dejemos que sea admirado o maldecido y despreciado, da lo mismo, y luego hagamos cualquier otra cosa, no importa, tal cual… otra cosa.

De esta prisión que es la sociedad, los barrotes son llamados costumbres, normas, leyes, jerarquías, lazos, etcétera, la única posibilidad de salir de ella es mediante un intelecto desbocado, dejándolo volar con total libertad. Para él no hay barreras, montañas, ni siquiera universos. No existe un lugar, por pequeño que sea, que no esté controlado por esta sociedad que mata al individuo para transformarlo en un simple miembro-eslabón de la cadena. Poseemos un cerebro atrofiado, incluso consumido por la inactividad; todo está hecho, incluso el arte. Pensar de una manera natural, sin forzar la mente, o sin obligarla a responder a través de unos códigos previamente asumidos, supone un campo de posibilidades inmenso, infinito e inagotable. En el espejo que celosamente guarda nuestra conciencia se reflejan todos los fantasmas del intelecto, todo lo que puede ser y que, «racionalmente», ignoramos. Se trata de no dirigir tus ideas, se trata de dejar el vehículo totalmente suelto, se trata de apagar la luz y caminar a oscuras. Y después, aplaudir fuertemente todas tus hazañas conseguidas, a pesar de la insolvencia que recibirán del exterior, a pesar de la soledad que probablemente te envuelva.

En literatura, por ejemplo, podemos poner a los pies de una palabra, encontrada al azar, todo un texto; es decir, que todo un concepto o un relato sea producto de una sola palabra nacida quién sabe de qué circunstancia fortuita. Crear una orgía de palabras supone un placer inmensurable. Y si en vez de un gozo produce un alud que hace temblar todo el cuerpo de la comprensión… pues mejor (donde decimos palabra, decimos gesto, trozo, sonido, intención, roce, mirada, etcétera).

El arte ha dejado de ser motivo de contemplación para ser expresión aislada y autosuficiente del creador-ejecutor. En la actualidad el artista-díscolo-sedicioso-necio (guiado por su inutilidad y su estulticia) exterioriza, a través de sus obras, su total desacuerdo con la realidad, desfigurando o creando una realidad conceptualmente alternativa y vacía de objetivos, conseguida, sencillamente, por pura chiripa.

El lenguaje, regido por unas reglas extremadamente duras y cerradas en un compartimento estanco de la razón, no permite ninguna grieta por donde se escape un poco de imaginación huérfana de padre y madre. Lo conveniente es dejar que las palabras se unan por simpatía, o bien por atracción física o conceptual (dentro de las sus reglas de argumentación, las cuales, por supuesto desconocemos), sin forzarlas, libres de cualquier imposición conducida por el estética viciada del autor. Existe una afinidad natural entre las palabras, de la misma manera que existe una repulsión o una indiferencia; es decir, se trata de dar autonomía a las palabras. Para lograr esto es necesario e imprescindible entrar en un estado de absoluta idiotez, donde ni un ápice de sensatez contamine el momento (el lenguaje, como decíamos en un anterior párrafo, no necesariamente se constriñe a la palabra; evidentemente, todo lo que se acaba de decir, también se refiere al gesto, al trozo, al sonido, a la intención, al roce, a la mirada, etcétera).

La comunicación primigenia fue con uno mismo, para más tarde extenderse entre el resto de miembros del grupo. El arte es fundamentalmente comunicación, pero el arte más íntegro y más honesto es el que nace, vive y muere en el mismo autor.

Por otra parte, cualquier expresión del arte, al margen de su valor innato como obra, cobija, aprisiona el tiempo y las circunstancias en que fueron creadas. De modo que, muchas veces, es mayor el valor del contexto (tiempo-entorno) en que fueron realizadas que su valor intrínseco (si es que fuera honesto establecer precio a cualquier obra por sí misma).

Y ahora la pregunta: ¿qué función o papel interpreta el observador? La respuesta es simple: la identificación, la indiferencia o el rechazo con la obra contemplada, sin más. Sin embargo, respuesta errónea, esto es otro fraude, al autor le debe importar un pedo lo que digan de su obra. Es él, el autor, quien puede (si le viene en gana) conservarla o destruirla, perpetuarla o hacerla desaparecer.

Normalmente cuando creamos, tomamos del exterior lo que nos interesa (o lo que entendemos que puede interesar a los demás — en eso está la tristeza —) y lo trasladamos a nuestro medio de comunicación después de haberlo transformado mediante nuestra capacidad de interpretación. Lo que tendremos que hacer es crear desde nosotros y a partir de nosotros mismos, y rechazar una concreción externa ya formada y viciada o, en todo caso, difícil de captar su esencia. Uno, es evidente, domina más y mejor lo interno que lo ajeno. Sufrimos unas dependencias terribles pero evitables, y esto es una incoherencia (que por otra parte es lo que buscamos, por tanto otra contradicción a nuestras espaldas).

La estética, la verdadera y única estética posible es la del autor, la de los demás no cuenta, es algo accesorio, tal vez complementario, pero sin llegar a influir en la obra. En el momento que la estética ajena incide de alguna manera en la forma de trabajar del sujeto, queda, inmediatamente prostituida y, por tanto, degenera hasta ser aceptada por el «gran grupo» opresor que dirige.

El arte, de alguna manera (como casi todo), ha estado sujeto por las riendas del miedo a lo desconocido. Es mucho más cómodo pisar caminos ya asfaltados y transitados.

Aunque este manifiesto esconda (y no sabemos hasta qué punto puede hacerlo) una utopía, tal cosa no es tan imposible de conseguir, dado que se aplica sólo a nivel personal (continuamos con la paradoja del yo y el nosotros). Puede que esta actitud haga comprender (no aceptar) las maneras tan sumamente arraigadas en que vivimos. Efectivamente, necesitamos el contraste para valorar, y, en consecuencia, elegir.

En cierto modo seremos heterodoxos mientras el mundo no lo sea, porque si en algún momento este mundo corrompido por el capitalismo desaforado se volviera mayoritariamente herético, no tendríamos más remedio que volvernos dogmáticos que, a la postre, no dejaría de ser una especie de heterodoxia coyuntural y temporal. Por lo tanto, desenmascaremos a ese otro personaje que llevamos dentro, ese que, tan sólo de vez en cuando y en ratos muy particulares, flota por la superficie. Sale impulsivo, desafiante, empero profundamente sincero, y por eso nos cuesta un extraordinario esfuerzo contenerlo. Ese, precisamente, es nuestro verdadero yo, franco, íntegro, desinteresado, intrínseco, neto de simples influencias externas. Ese, desgraciadamente, es de quien tenemos miedo. Lo hemos dejado de lado, ya es un desconocido, incluso para nosotros mismos. Y ese, ciertamente, es el único que puede hacer una tarea honesta, personalísima, y, por tanto, plenamente satisfactoria.

Estamos seguros (bueno, esto es un decir, porque en realidad no estamos seguros de nada) que nuestra actitud confirma un Todo, mientras que la ajena, la vuestra, vuestra realidad, es muy pequeña, concreta, limitada y enfermizamente «real», muy próxima a la muerte (morís eternamente). Os aferráis a ese entramado con ansias internas de que muera (que ironía!). Se siente, se sabe cuál es la equivocación, pero se asume y se prefiere morir con ella, como si al día siguiente negro tuviéramos tiempo y posibilidad de subsanar errores.

Todo ello, y para ir terminando, el estultismo/inutilismo es la búsqueda incesante de nada. Por lo tanto, ausente de la frustración, es así de simple.

Quizás todos estos razonamientos nazcan del deseo de huir de la crítica y del juicio de un tercero, del temor al fracaso, lo que, por otra parte, no deja de ser una actitud totalmente lícita del individuo para defender lo suyo, hasta llegar a la incongruencia o la estulticia.

Este ínfimo (e insoportable) texto quiere, de alguna manera, hacer comprender, a través de un sistema de comunicación habitual, lo que deseamos explicar, pero haciendo hincapié en que nosotros no sabemos muy bien qué cojones queremos exponer o demostrar. Sin embargo, a partir de ahora, el manifiesto explicará, con su verdadero lenguaje, todo lo que queremos transmitir. Como decíamos, hemos hecho un gran esfuerzo para no alejarnos de la coherencia exigida en cualquier texto convencional. Quizás, si nos hubiéramos expresado con naturalidad (con nuestra naturalidad) habríamos sido entendidos con más concreción. A la postre, tampoco nos importa demasiado.

Quizás hemos podido escribir este manifiesto porque somos tan tontos, mentecatos y bobos, que tan sólo con un estado como el descrito se puede escribir esta trenza de sandeces.

En fin, queda pues, un antes y un después. Queda pues, un ayer y un mañana. Queda pues, una noche y un día. Todo ello, dentro del estultismo/inutilismo, no significa absolutamente nada.

En resumidas cuentas, el manifiesto, para ser consecuente con su espíritu, debería irse a la mierda directamente y morir entre la suciedad y las heces… de la acera de enfrente, claro está.

Descanse en paz.

EL AUTÉNTICO MANIFIESTO DEL ESTULTISME / INUTILISME

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saludos

ACCIONES QUE PRODUZCAN RUIDOS, REALIZAR DESPUÉS DE LA LECTURA DEL MANIFIESTO Y que sustituya al ULTIMO HOJA, QUE SOLO SIRVE PARA CUANDO ES LEÍDO EN PAPEL

• Arrugar papeles que hagan mucho ruido
• Verter agua de una jarra a una jofaina o barreño, haciendo ruido.
• Ruido de campanilla.
• Rana.
• pitar.
• Rascar el micro con papel de lija.
• Sonidos guturales.
• Mezclar los ruidos.