José Blanco
Catedrático
Discurso de ingreso en la Academia Estúpida de las Artes y las Letras.

Presentado por el aspirante a idiota José Blanco,  joven poeta desconocido

Señoras, Señores, miembros de la Academia:

En La arboleda perdida, el gran y melenudo poeta Rafael Alberti recordaba cómo en los años de la Residencia de Estudiantes, durante incursiones etílicas con su alopécico amigo Dámaso Alonso, solían terminar meando en los muros de la Academia de la Lengua. Algunos años más tarde, cuando Damasito dirigía el «limpia, fija y da esplendor», propuso reiteradamente al bardo de las camisas estentóreas que ocupara un sillón en la Academia, asunto que Alberti siempre rechazó diciendo que prefería seguir de pie y que, por su parte, seguía meándose en esos muros.

Este humilde servidor de Vds., quisiera ser el digno merecedor del honor que hoy se me hace al ser aceptado estúpidamente en tan Estulta Institución, y corresponder a la irresponsabilidad de sus Señorías, tomando como modelo al marinero en tierra de nadie. Prometo esforzarme e ingerir abundante agua y otros diuréticos hasta lograr escribir de un solo chorro (con perdón) un lema inconsútil que ligue, finja y de estupor.

Soy muy inconsciente de enfrentarme a la tarea descomunal de mantener el tipo y la integridad ante la falta de seso de que sus Señorías hacen gala. Carencia que temo no poder suplir ni con s ni con x, aunque ya me gustaría. Se impone, pues, el repiqueteo del adagio aquel que dice: «Si no puedes vencerlos, únete a ellos». Pero no se ganó Zamora en una hora y presiento que harán falta atajos, beleños, mandrágoras y mitsubishis.

Presumo, porque soy muy presumido, que mi mayor aportación pueden ser, precisamente, mis conocimientos de química y su aplicación en las drogas de diseño, también llamadas drogas rave, drogas de club, drogas tecno, drogas dance o drogas de fiesta, abarcan una gama de sustancias, entre las cuales las más conocidas son el éxtasis, el GHB, el Rohypnol, la Ketamina (Special K), el LSD y el PCP. El bismuto, en cambio, es un elemento químico de número atómico 83, lo que significa que cada átomo de bismuto cuenta con 83 protones en su núcleo atómico. Se representa con el símbolo Bi (igual que las antiguas matrículas en los coches de Bilbao) y se encuentra en el grupo 15 y el periodo 6 de la tabla periódica, por lo que pertenece al grupo de los metales tales.

En efecto, fue el tal Tales de Mileto quien dejó grabada la máxima «Nada en exceso» en otros muros, los del templo de Apolo en Delfos, y no con su orina, sino a cincel, máxima que obvia esta Academia Estúpida, obviamente, como tantos otros preceptos délficos, a saber: «Obedece a las leyes», «Reflexiona sobre lo que hayas escuchado», «Domina tu carácter», «Ejercita la nobleza», «No pierdas el tiempo», «Ten sentimientos de pudor», «Habla cuando sepas», «Arrepiéntete cuando te equivoques»,  «Piensa en lo útil», «No digas lo indecible», o «Ejercita una buena reputación», vamos, lo que para el gran filósofo contemporáneo Joan Manuel Serrat encuentra equivalencia en eso de «Niño, deja ya de joder con la pelota».

Y, sin embargo, La Academia Estúpida de las Artes y las Letras hunde sus cimientos en estos lodos surgidos de aquellos polvos… (aquí dice la acotación: pausa dramática), que repasaré sucintamente, sobre todo, para no dar tiempo a sus Señorías de recapacitar acerca de la estupidez de admitirme en la stultifera navis que desgobiernan:

Desde que un buen día hacia el 300 a. C. Simias de Rodas puso un huevo-poema de piedra, la comunidad poética habida y por haber se ha sentido más aliviada de los rigores estomagantes propios del procedimiento gracias al alivio del poeta de la ciudad del coloso. Tuvieron que posarse moscas, siglos y arabescos, pero luego todo se precipitó. En el París de mediados del s. XIX, el poeta Charles Baudelaire, único caso conocido de dandy indigente, cortejó a Madame Sabatier con un aluvión de poemas anónimos y cartas en las que le llegó a escribir: «Es Vd. más que una imagen soñada y amada, es Vd. mi superstición». Tras seis años de cortejo, la relación se despachó en apenas dos semanas. (Omitiré aquí los detalle sórdidos y la interpretación sifilítica.) Poco después un poeta y noble franco-uruguayo de nombre Isidore Ducasse, paseaba por el mercado de las pulgas, cuando quedó fascinado ante el «encuentro fortuito de un paraguas y una máquina de coser sobre una mesa de operaciones». Ya en los albores del pasado s. XX, el gran poeta, dramaturgo y patafísico, Alfred Jarry, deambulaba en bicicleta por París con una pistola al cinto. En febrero 1916, Hugo Ball y Emmy Hennings inauguraron el Cabaret Voltaire en el número 1 de la Spiegelsgasse, en Zurich, donde volaban soflamas, glosolalias y productos de la huerta del cantón. Y llegamos así al año 1917, año de revoluciones, deserciones e insumisiones. Un soldado corpulento con metralla en el cráneo y el engolado nombre de Guillaume Apollinaire, escribió por primera vez en el programa de mano de un ballet la palabra Surrealismo. Solo un año más tarde, en 1918, otro coloso que se hacía llamar Arthur Cravan se adentró a remo en las aguas del Golfo de México y aún no ha regresado. A partir de ahí se sucedieron partidas de ajedrez, sabotajes, incursiones en busca de lo inesperado a la luz difusa del alba o al oscurecer, cadáveres exquisitos, hojas de navaja sajando globos oculares, meados en los muros de la Acamedia de la Lengua, etcétera, etcétera, etcétera…

Con semejantes antecedentes —y lo que no sabremos—, a quién podría extrañar, pues, que el Singularísimo y Excelentísimo Rector Estulto, Sr. Manel Costa, el Doctor Horroris Causa que en paz descanse, Sr. Curro Canavese, la Ilustrísima y Sorprendente Decana Estulta, Sra. Lucía Peiró Lloret, el Ilustrísimo e Impar Decano Estulto, Vicente Cascón García, el Ilustrísimo y Peculiar Decano Estulto, Sr. Francesc González Molinero, así como los doctores y doctoras miembros de esta Academia, el Sr. Fernando Costa, la Sra. Marta R. Sobrecueva, el Sr. Manuel Puertas Fuertes, y la Sra. Yolanda Pérez Herreras, a quién podría extrañar, digo, que personalidades tan venerables se dejen ver portando objetos en la cabeza, o paseándolos como animales de compañía, o lo que es mejor, si cabe, hurgando en los contenedores de basura. Uno nunca sabe cómo se va a ver algún día. Pues a mí no me sorprende. Tengo que decirlo. Otras personas menos significadas van por ahí con una mancha de nacimiento, o con el Corazón de Jesús tatuado en policromía, o con la insignia de una gaviota en la solapa y no son juzgadas por ello. Tengo que decirlo… A mí lo que me sorprende es que aún no se haya implementado en todos los ayuntamientos el quinto contenedor, el contenedor-museo de objetos para la adopción. (Si no soy admitido en la Academia Estúpida por mis escasos méritos, espero serlo al menos por el peloteo.)

Me gustaría terminar este discurso, citando nuevamente al gran y melenudo poeta de las camisas estentóreas, Rafael Alberti, quien al final de su vida dejó escritas en unos pequeños cuadernos chinos palabras, más o menos, que para mí representan una fuente inagotable de inspiración y que en sí mismas bastarían como discurso de ingreso en esta Academia Estúpida de las Artes y las Letras. Dice así:

«Recurriré a un lenguaje/ total, desesperado,/ para expresar aquello/ que con el que ya sé me es imposible.// Por ejemplo, diré/ resoré lenson corraré son lensen/ dólor ni sarta muersimar mi pena/ ay re mi ay fa mi re sol remido/ no nó no nó si muer/ si muersimar ay ay.// Si os si su si ró/ si né si gró/ si queronsí conflú/ conflume flugro/ neflu gruflu si ós/ si cú si ró/ siqueronsí siné sigró.»

Gracias, Señorías y Autoridades académicas, por la atención disipada, sonrisa bobalicona y mirada perdida, con que han acogido esta monserga estúpida como todos Vds., a quienes hoy me sumo.

CURRICULUM

José Blanco García (Barakaldo, 1965). Poeta y artista multidisciplinar.

Cursó estudios de Filología en la Universidad de Deusto. Fue miembro del Taller Literario La Galleta del Norte, con quienes realizó obras y publicaciones de inspiración colectiva, entre las que destaca la colección de piezas de teatro breve Surtido y crujir de comedietas (Hiru, Hondarribia, 2000), y la colaboración con el Colectivo Karraka en sendas obras llevadas a escena: Hoy, última función y Palabrarismos.

Ha sido distinguido con los premios «Arcipreste de Hita» y «Mariano Roldán», publicando Las obras de la mar. Las obras del amor (Ayto. de Alcalá la Real, 1992) y Cuaderno de bitácora (Ánfora Nova, Rute, 2000), respectivamente. En 2021 ha obtenido la III Bienal de Poesía «Carlos Sahagún», de Onil, por Horario de invierno.

También, ha publicado Mira mi corazón preso en el ámbar de los instantes eternos (Baile del Sol, Tenerife, y Diógenes Internacional, Madrid, 2005); Las nubes (Baile del Sol, 2006); Memoria del caos (Baile del Sol, 2009); Poemas del sublime cotidiano (Ed. Babilonia, Navarrés, 2013); La deriva de Marcos Sima (Baile del Sol, 2015); la plaquette Una burla soberana (stabilestudillo editores, Conil de la Frontera, 2019); Denmark Street, (Garvm, Cádiz, 2019); Amuleto (Baile del Sol, 2019); Calle Blas de Otero (La Única Puerta a la Izquierda, Bilbao, 2020), y Sonetos de confinamiento (Tortuga Samurái, Temuco, Chile), estos dos últimos en colaboración con Javier Aguirre Ortiz.

Su obra ha sido recogida en numerosas antologías, entre las que cabe destacar Bilbao. Verso a verso (Ayto. de Bilbao, 2001); Poesía visual española (Antología incompleta) (Calambur, Madrid, 2007); La mujer rota (Literalia editores, Guadalajara, Jalisco, México, 2008); Antología del beso. Poesía última española (Mitad doble ediciones, Málaga, 2009); Antología 30 (Editorial Pre-Textos, Valencia, 2009); Puta poesía (Luces de gálibo, Málaga, 2010); Un minuto de ternura (Baile del Sol, Tenerife, 2015), y La tierra y la nada (Bala Perdida, Madrid, 2022).

Ha coordinado la revista ensamblada Metamorfosis entre 1998 y 2023:

https://sites.google.com/view/joseblanco-metamorfosis/inicio