Fernando Costa
Catedrático
Discurso de ingreso en la Academia Estúpida de las Artes y las Letras.

Presentado por el aspirante a idiota Fernando Costa

En la transcendencia de las divinidades lingüísticas, el recelo de la coliflor enquistada propuesta por la inquina ávida de bemoles debería de ser autodidacta, pero solía serlo a tiempo dispar. La podredumbre y la luz astral inmune a las huellas de las cosas son de manera semejante a los poderes del alma como un calendario de adviento enjaulado en la pajarera del obeso sacerdote.

Él era un espíritu de verbena, un braserillo de perfumes, una yerba doncella que cabalgaba a lomos de los alados caballos matutinos que enarbolaban las latas de atún con aceite de oliva. En esa indiscreta voluntad soberana, se escondían los símbolos de mujer y la fuerza ciega de los otomanos nacidos en Onteniente. Los viernes se depilaban los anillos de masa madre utilizados para evitar la evidencia de la figura andrógina en sus menesteres lácteos.

Nunca deberíais acceder al camino que lleva a Saturno, entre otras cosas porque está consagrado a la perpetuidad de las formas curvas de las imágenes ingeniosas y eternas verdades. Ya lo decía Barachiel, “ La materia prima es la gran obra” y nadie nunca lo puso en duda, solo hubo una diáspora de primavera que le azuzó el hocico pero sin quebrarlo.

La medula del cáñamo verde, el laurel y ciertas aves nocturnas son sin ninguna duda las que junto con la mantequilla de niño y siempre en dosis exageradas producen lo que los advenedizos denominan “Hasta aquí llegó la riada”. Los rayos U.V.A, junto con la mujer desnuda de cabeza para arriba dejan en evidencia el equilibrio universal de las disposiciones más contrarias de los medios atmosféricos para convertirse en oro puro.

La primera letra del analfabeto representa a un hombre con forma de verbo perfecto y con expresión de principio a fin. El lenguaje producido interpreta la verdad absoluta, aunque para los que padecen de colitis milagrosa lo califican como “Lenguaje hierático de autonomía volitiva”. En ello me gustaría profundizar, pero la virtud secreta del dogma Adámico es un hijo de la gran puta y me lo impide el muy cabrón.

Los ancianos concebidos este ultimo trimestre son del todo feos y abstractos en la luminosa de la poesía hermética, ya pensaron en esto Nicholas Flamel y Ramón Llull, pero nunca se atrevieron a asesinarlos a golpes con globos de helio porque les daba pereza y desazón. Todas las tensiones extraordinarias y extranaturales serían un semillero de pesadillas poseídas por la histeria solo si se conciben estas durmiendo en lecho ajeno.

El arte de la adivinación a posteriori huye de observaciones concluyentes sin refutar, es decir el impacto ambiental de su electricidad depende de las fuentes energéticas utilizadas en su generación. Los objetos benditos e indulgenciados, tocados por personas venerables son caso aparte en la soberanía humana. Cuando amachambras el dogma tienes que estar pendiente de la temperatura ideal para tal propósito, dicho de otra manera, la acción inmediata de la voluntad humana sobre los cuerpos o por lo menos esa acción ejercida cuando hundes la cabeza en un barreño con agua hirviendo sería la explicación irrefutable a este galimatías.

En la época en que vivimos todo esta preparado para una nueva explosión de estulticia abnegada, es inútil oponerse a una corriente alterna cuando metes los dedos en el enchufe de las corrientes fluídicas excitadas por cadenas de voluntades nimias. Si mezclas la pasión amorosa con la concupiscencia personal se producirá un contrabalanceo que anularía la voluntad de dejar de comer palomitas de maíz sobre el coxis de tu jefe.

Y ya para finalizar mi discurso, decir que los privilegios que se conjuran en esta Academia estúpida de las Artes y las Letras según el sentido vulgar de la palabra, adivina lo que se ignora, engrandece la estulta política conyugal y enardece la figura del artista con ardor de estómago. La vestidura del alma del académico estúpido cuando la ensucia o la destroza por su uso, la abandona completamente en un campo de fideos finos a barbecho, y puede que, en ciertos casos, se pueda volver a ella, pero será solo por su propio esfuerzo y su condición de Académico imbécil.

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